3 de octubre de 2021

El sucio imperio del mal de la mujer tiburón

Este es un cuento acerca de dientes. No es acerca de tiburones, ni de mujeres, ni de sucios negocios, ni del imaginario colectivo acerca de Wall Street, ni de cualquier otra cosa. Tampoco es un cuento acerca de dentistas, ni de traficantes de marfil. Ni siquiera es un cuento acerca del hada de los dientes o del ratón Pérez. 

Cuesta creerlo pero existen dientes que se encuentran totalmente fuera de la norma. Es posible que lo primero que usted piense ahora es "claro que sí, como los de Freddie Mercury". Pero no, este tampoco es un cuento acerca de dientes célebres totalmente fuera de la norma. Porque lo cierto es que los caprichos genéticos son tan diversos como increíblemente abundantes y usted, señor dueño del relato de los dientes célebres, consigue llevar mi relato, lo mismo que a mi señora paciencia, dueña de mi inteligente cordura y de mi bondad innata, hacia el límite abisal de la recóndita patada voladora mortal anclada en mi subconsciente. 

Los dueños del relato dental me sacan de mis casillas. Así de claro. Què sabrán ellos de variedad genética. Qué sabrán de creatividad. Qué sabrán de muñecos animados con dentaduras imposibles. Qué sabrán de calaveras dentadas. Qué sabrán de Shakespeare. Qué sabrán del conde Drácula. Qué sabrán de jaquecas crónicas. Qué sabrán de consultorios dentistas gratuitos y sociales. 

Qué mierdas sabrán de dientes los dueños del relato dental. Ni siquiera saben construir un titular overpro como el mío. Anda y que les den. 

Y a todo esto, existen anomalías genéticas dentales verdaderamente flipantes. No me extraña que las empresas dedicadas al bienestar dental en cadena hagan su agosto abriendo, estafando, cerrando y volviendo a abrir a placer. 

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