2 de febrero de 2018

ComunicArte

Acabo de caer en la cuenta que no me he presentado debidamente.

Esta es la entrada número quince de este blog y mis lectores, si los tuviera (creo que hay uno que me lee a las tres de la madrugada, cuando se cansa de mirar el canal Teletienda) deben andar un tanto desorientados.

Me encantaría decir ahora "bueno, yo soy así" y dármelas de interesante, pero de eso nada. Yo no soy así. De hecho, soy una persona bastante disciplinada y trabajadora. Me ha costado mucho desengancharme de mi antigua forma de ver la vida.

La que te escribe comenzó a trabajar en la empresa de su padre, mucho antes de tener la edad legal para ello. Primero trabajaba aquellos largos veranos, sobretodo para no aburrirme durante el día, mientras mis padres trabajaban y yo aún no tenía permiso para salir y hacer el gamberro. 

Después, le fui cogiendo el gustito a la agencia de publicidad de mi padre, así que me saqué los estudios de noche, mientras trabajaba de día.

Y así seguí estudiando, trabajando y cambiando de agencias, hasta que finalmente me despedí de la publicidad y saludé al marketing. Necesitaba saber qué ocurría al otro lado. La gente de agencias me entenderá. 

Bueno, en agencias yo era creativo-copy y en empresa fabricante, product manager y directora de IT.

Y no, no me volví loca. La verdad es que no cambiaría mi experiencia por ninguna otra. Me lo pasé pipa.

Pero hice una cosa muy malita cuando estaba en el lado de la empresa, y era torturar a los pobres copys que tenían que escribir mis folletitos y eso, y entonces me di cuenta de que hay que respetar a los que no escriben como tú, tan solo porque están escribiendo mientras tú estas muy concentrada en tus nichos de mercado. 

No era envidia. Era añoranza. 
Así que me fui.

No, no me casé con un millonario. Ja, ja, ja. Qué idiota.

Pero sí, me casé y tuve dos hijas. Y sin caer en el topicazo pero cayendo de cuatro patas te diré, trasnochado lector, que eso cambia tu perspectiva de las cosas de un modo radical. De repente te encanta escribir cuentos, yo qué sé. Pero como paso de ponerme en plan gurú del canal TED, pues vas y te imaginas tú solito cómo me cambió la vida, que tampoco te conozco de nada para contarte mis cosas, oye.

He escrito, por tanto, lo que nadie sabe, de las mil y una formas distintas en que se puede decir la misma cosa. Todo está publicado por ahí, en esas cosas que tú compras en el Teletienda. Los cuentos no, que me da corte. Anda ya.

Escribir me divierte, me apasiona y ahora me permito el lujo 
de jugar con ello 
porque es
lo
que
me pone
más.

Claro, sigo siendo muy consciente de lo que significa "público objetivo" pero honestamente, prefiero que nadie me lea a dejar de aprender y experimentar. Ese es el punto de la vida en el que me encuentro ahora, a mis tiernísimos cuarenta y seis años de edad. 

Las formas y fórmulas (incluyendo las del éxito) son ahora, para mí, como la corbata un sábado noche. Mejor las dejo colgadas en el armario. Si las necesito, ya sé dónde están. Pero lo cierto es que esas nunca se echan de menos.

Con este blog me gustaría intentar algo diferente a todo lo que he hecho antes y es, justamente, dejar las formalidades a un lado y, simplemente, ComunicArme.

Bueno, la blogosfera está repleta de gente buenísima escribiendo como dioses acerca de cosas muy necesarias e interesantes, así que para qué competir con ellos. Que no es que no pueda, es que me cansé del rollo.

Y te diré que a algunos les leo. Y sin Teletienda ni nada. Que me gusta lo que hacen y que me da buen rollo.

Si lo suyo es pura inspiración y perfección, y según lo veo y lo ven muchos ya, están asentando las bases de un futuro muy prometedor en lo formal (aunque les fastidie, que van de modernos, es lo que están haciendo) lo mío va a ser mucho más como un vermutito de domingo, con sus entremeses y sus aceitunitas. ¿Que no sabes qué te apetece tomar? Pues pasa y prueba suerte.

Me encanta la idea de un blog desordenado y desencadenado, en el que haya de todo un poco, para que entre un trasnochado un día y pille cualquier cosa al azar. Y le guste, claro. Y después, un año después, le suelte a su mejor amigo: "que en serio, que no sé dónde lo leí pero que va en serio".

Me encanta esa frase. De hecho, yo misma la he dicho muchas veces, pero que ahora no me acuerdo donde la dije. Así que trabajaré duro para formar parte de tu desmemoria. 

Que también existe y a mí, me importa.

Te quiero, tío. Pero yo no me compraría esa tostadora-freidora-exprimidora. En serio, es muy cara.









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